La PROGRAMACIÓN

La programación didáctica: un secreto bien guardado para Opositores.

 

Mis queridos lectores,

Una vez más me hallo en la posición privilegiada —y algo traviesa— de descubrir a ustedes aquello de lo que pocos hablan con claridad, pero que tantos desean dominar: la programación didáctica. Sí, ese misterioso documento que a más de un opositor ha hecho sudar, llorar y hasta replantearse su vocación docente. No teman, porque hoy abriré las páginas de mi cuaderno secreto para guiarles en la noble tarea de comenzar a escribir la suya.

Y créanme: una programación didáctica bien elaborada no solo les permitirá brillar en el examen, sino que será el espejo de su buen hacer como futuros maestros o profesores.

 

¿Qué es realmente la programación didáctica?

 

Permítanme disipar el primer mito. No, no se trata de una novela que deban enviar al tribunal para entretenerles en las largas tardes de corrección. Tampoco es un mero formulario que se rellena con frases hechas y apartados vacíos. La programación didáctica es, ante todo, el mapa que orienta el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En otras palabras, es el plan de viaje que marcará qué objetivos desean alcanzar con su alumnado, qué saberes básicos tratarán, qué metodologías utilizarán y cómo evaluarán el progreso. Sin ella, un curso escolar sería como un baile sin partitura: un caos donde cada cual pisa a su compañero sin remedio.

Por tanto, queridos opositores, tomen nota: su programación debe transmitir orden, coherencia y, sobre todo, la ilusión y la emoción de que ustedes saben hacia dónde quieren llevar a sus futuros estudiantes.

 

El marco normativo: la sala de baile donde todo ocurre

 

Antes de lanzarse a escribir párrafos llenos de entusiasmo, recuerden que toda programación se asienta en un marco legal. No es opcional, ni mucho menos un adorno. Como los estrictos modales en una velada de sociedad, las normas educativas marcan lo que se puede y lo que no.

Por ello, deberán revisar con lupa:

  1. La ley educativa vigente (en España, la LOMLOE es ahora la gran protagonista).
  2. Los reales decretos que fijan enseñanzas mínimas
  3. Los decretos y órdenes autonómicas, que precisan los currículos.

 

Incluir referencias explícitas les hará ganar credibilidad. Los tribunales quieren ver opositores que conocen no solo el arte de enseñar, sino también las reglas del juego. Y ya saben: un bailarín que domina la etiqueta del salón brilla mucho más que aquel que improvisa.

 

Los elementos básicos de una programación

 

Pasemos ahora a la composición. Una programación didáctica suele organizarse en apartados más o menos fijos, que conviene respetar para no parecer extravagantes en exceso.

  • Introducción y contextualización: aquí presentan el centro, el alumnado y la realidad educativa en la que se moverá su propuesta.
  • Objetivos generales y específicos: no olviden alinearlos con la normativa y, sobre todo, que sean alcanzables. Prometer que todos sus alumnos leerán a Shakespeare en versión original es tentador, pero quizá poco realista.

 

  • Competencias clave: ese concepto tan en boga que deben tratar con mimo. Relacionen actividades y competencias; los tribunales esperan ver conexiones claras.

 

  • Saberes básicos y secuenciación temporal: distribuyan qué se enseña en cada situación de aprendizaje. El calendario es su aliado; hagan que todo encaje con lógica.

 

  • Metodología: expliquen cómo piensan enseñar. Aquí pueden desplegar creatividad: aprendizaje cooperativo, gamificación, proyectos, uso de TIC… Pero cuidado, no se trata de hacer un catálogo de modas pedagógicas, sino de mostrar coherencia.

 

  • Evaluación: criterios, instrumentos y procedimientos. El tribunal querrá saber cómo medirán los avances de los alumnos. Sean claros, justos y concretos.

 

  • Atención a la diversidad: Expongan cómo adaptarán su enseñanza a distintos ritmos y necesidades. Una programación sin este apartado es como una fiesta sin invitados: sencillamente impensable.

 

  • Bibliografía y anexos: para demostrar que se inspiran en fuentes fiables y no en rumores de pasillo.

 

El estilo: más que palabras, una declaración de intenciones

 

Queridos opositores, no olviden que la forma también comunica.

Una programación con errores ortográficos o párrafos caóticos transmite desgana, y eso es un pecado capital ante cualquier tribunal.

Cuídense de:

  • Redactar con claridad y sencillez, sin caer en tecnicismos incomprensibles.
  • Usar una estructura limpia, con índices, tablas y esquemas cuando sea necesario.
  • Destacar las ideas clave, porque nadie quiere leer un muro de texto interminable.

 

Piensen que su programación es su tarjeta de presentación. Debe transmitir seguridad, solvencia y, por qué no, un toque personal.

 

 

Cómo empezar a escribir la suya (sin morir en el intento)

La pregunta que flota en el aire, como perfume caro en una velada, es esta: ¿cómo dar el primer paso?

  1. Lean la normativa con calma. Sí, puede ser árida como un té sin azúcar, pero es el cimiento.
  2. Elijan el nivel y materia. Definan exactamente qué curso van a programar. La precisión es vital.
  3. Diseñen una estructura básica. Hagan un índice preliminar con los apartados principales.
  4. Redacten poco a poco. No intenten escribirlo todo en una tarde; la inspiración puede ser caprichosa.
  5. Revisen y corrijan. Una programación es un texto vivo: se pule, se ajusta y se perfecciona.
  6. Pidan feedback. Un compañero o tutor puede detectar aquello que ustedes, por estar demasiado cerca, ya no ven y ya sabéis que contáis con vuestra gran aliada Silvia.

 

Los errores más comunes (y cómo evitarlos)

Permítanme, con la sinceridad de quien observa los bailes desde un balcón privilegiado, advertirles de ciertos deslices que arruinan programaciones prometedoras:

  • Copiar modelos sin adaptarlos. El tribunal lo nota, siempre.
  • Olvidar la atención a la diversidad. Es un apartado esencial, no una nota a pie de página.
  • Prometer metodologías irreales. Decir que se aplicará el aprendizaje basado en proyectos en todas las sesiones suena maravilloso, pero difícil de cumplir.
  • Redactar sin coherencia. Si los objetivos no se relacionan con los contenidos ni con la evaluación, la programación pierde fuerza.

 

Una nota final de Lady Whistledown

Mis estimados opositores, escribir una programación didáctica es un reto que exige paciencia, rigor y creatividad. No es simplemente un requisito para superar la oposición; es el primer reflejo de cómo serán ustedes como docentes.

Que su documento no sea un mero trámite, sino la carta de presentación de un maestro que sabe inspirar, guiar y adaptarse a su alumnado.

Y recuerden: en la competencia por destacar, quienes brillan no son siempre los más ruidosos, sino aquellos que saben unir elegancia y sustancia en su propuesta.

No se preocupen si al principio sienten vértigo; todos lo hemos sentido, incluso yo. Pero con constancia y buen juicio, su programación será un instrumento afinado con el que dirigirán la orquesta del aprendizaje.

 

Hasta la próxima revelación, queridos lectores.

 

Su siempre fiel observadora, Lady Whistledown de la educación.

 

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